La transición ecológica de la fábrica comenzó con un planteamiento pragmático de la gestión de residuos. La fábrica generaba residuos industriales, tales como restos de madera, metal y tela, que al principio suponían un reto financiero y medioambiental. En lugar de desechar estos materiales, la fábrica encontró formas de reciclarlos, creando un doble beneficio. El propietario de la fábrica explicó: «En primer lugar, se trataba de ahorrar dinero… Era tirar estos residuos o reciclar los materiales para ahorrar dinero. Elegimos el dinero. ¿Quién nos iba a decir cuánto nos iba a afectar esto en tiempos de guerra, cuando los conocimientos sobre prácticas ecológicas salvaron literalmente a esta empresa del colapso?». Más adelante hablaremos de ello.
Este esfuerzo de reciclaje no era sólo una medida de ahorro, sino que también reducía la huella medioambiental de la fábrica. Por ejemplo, las virutas de metal sobrantes de los procesos de mecanizado se vendían como chatarra, que luego se fundía y reutilizaba. Del mismo modo, los restos de tela se reciclaban en fieltro, utilizado como relleno en los colchones, y los residuos de madera se utilizaban para calentar el agua y los edificios, eliminando la necesidad de gas.
La decisión de adoptar prácticas más sostenibles no fue sólo económica, también tuvo un profundo impacto en la plantilla de la fábrica. Antes de la transición ecológica, era habitual tirar basura en las instalaciones de la fábrica. El entorno, lleno de polvo y residuos industriales, no resultaba atractivo a la vista, lo que llevaba a algunos trabajadores a deshacerse despreocupadamente de botellas vacías y otros desechos, que consideraban «poca cosa». Sin embargo, este comportamiento cambió cuando la fábrica implantó prácticas ecológicas. La instalación de contenedores de reciclaje para botellas de plástico y paneles solares inspiró un cambio cultural entre los trabajadores. .
«Después de instalar las papeleras, la transición ecológica influyó en el comportamiento de los trabajadores. Empezaron a ensuciar mucho menos, influidos por la aparición de paneles solares y demás»
Este cambio de comportamiento se extendió más allá del lugar de trabajo, ya que los empleados empezaron a adoptar hábitos más ecológicos en su vida cotidiana. La fábrica también introdujo prácticas de eficiencia energética, como el cambio a la iluminación LED, que redujo el consumo de energía y el uso de materiales. «Hace diez años cambiamos a las lámparas LED, lo que redujo significativamente la cantidad de cableado necesario y disminuyó nuestro consumo total de energía«, explica el propietario.
El camino hacia la sostenibilidad no estuvo exento de dificultades. El obstáculo más importante llegó con el inicio de la guerra en Ucrania. Cuando la fábrica instaló por primera vez paneles solares, se trataba de un pequeño experimento. Sin embargo, la guerra provocó cortes de electricidad generalizados y los paneles solares se convirtieron en un problema de salvavidas. «Nos arrepentimos de no haberlo puesto en marcha antes y de no haber buscado apoyo en los fondos, ya que los préstamos y las subvenciones dejaron de estar disponibles una vez que empezó la invasión a gran escala», reflexionó el propietario.
A pesar de estos retos, la fábrica consiguió mantener sus operaciones en marcha, dependiendo únicamente de la energía verde durante los apagones. Otro reto fue el mantenimiento de las tecnologías ecológicas, en particular los paneles solares, que requerían una vigilancia constante, sobre todo después de las tormentas de arena. Además, la calidad de los materiales reciclados como el celofán a veces no alcanzaba los estándares de los materiales nuevos. El aspecto financiero de la transición también supuso un reto. La instalación de paneles solares era costosa, con un periodo de amortización de hasta cinco años. Esto requería una cuidadosa presupuestación, ya que repercutía en las finanzas a corto plazo de la empresa. Sin embargo, el propietario de la fábrica cree que esta inversión era crucial para la independencia y la sostenibilidad a largo plazo.
Financieramente, la fábrica vio los beneficios de sus prácticas sostenibles, como el reciclaje de virutas de metal en materiales utilizables, lo que generó ingresos adicionales y redujo los gastos en materias primas. Sin embargo, el propietario observó una desconexión entre sus esfuerzos de sostenibilidad y el interés de los clientes. «Actualmente, con las reducciones salariales globales y la recesión económica, los clientes muestran menos interés por la sostenibilidad medioambiental» explicó el propietario. En Europa, donde la fábrica trabaja con grandes empresas como XXXL Lutzhay poca disposición a pagar más por las normas ecológicas. El propietario también observó un cambio en el comportamiento de los consumidores: muchos compradores europeos optan por productos chinos más baratos y de menor calidad en lugar de productos europeos ecológicos. Esta tendencia pone de manifiesto un reto más amplio en el mercado: aunque la fábrica está comprometida con la sostenibilidad, la demanda de productos ecológicos sigue siendo limitada